Emili Prado
Universitat Autònoma de Barcelona
La televisión que converge en la web
5.- Más necesidad de servicio público que nunca
Las transformaciones registradas en el universo televisivo convergente nos muestran que la televisión no ha perdido centralidad, captura más atención de los ciudadanos que nunca y la ampliación del concepto de televisión a los contenidos OTT todavía aumenta la cuota de atención que atrae. En consecuencia, no tiene legitimidad argumentar que la televisión pública carece de sentido ya que la televisión ha muerto.
Otro de los argumentos utilizados para deslegitimar la televisión pública consiste en decir que con la multiplicación de canales ya está garantizada la diversidad de contenidos. Nada más lejano de la realidad. Los datos de Euromonitor nos señalan sin ninguna duda que el proceso de multiplicación de canales en Europa ha llevado a una creciente homogeneización de la oferta de contenidos, hasta el punto de concentrar en sólo tres macrogéneros (Ficción, Información e Info-show) casi ¾ partes del tiempo de emisión.
Se argumenta también que la televisión pública debe desaparecer puesto que ofrece los mismos contenidos que las privadas pero el análisis detallado de la oferta también desmiente esta aseveración. Los datos sobre la oferta de las televisiones públicas y privadas de los cinco grandes mercados televisivos de la Unión Europea (UE5) hablan por si sólos.
Fuente: Elaboración propia con datos de EUROMONITOR y del proyecto de I+D, CSO2009-12822 En su conjunto las televisiones públicas en Europa mantienen un perfil de la oferta dominado por el macrogénero Información (41%) mientras las privadas están dominadas por la oferta del macrogénero Ficción (34,4%). Además las televisiones públicas dedican al macrogénero Info-show poco más de la mitad de tiempo de antena que sus competidoras privadas. Del resto de macrogéneros, que se encuentran presentes en proporciones mucho más modestas, se desprende que las televisiones públicas dedican mayor atención que las privadas al público infantil, y otorgan más espacio a la Educación y al Deporte.
Además la multiplicación de canales ha llevado aparejada una extraordinaria sectarización de los contenidos, por lo que aceptando que la multiplicación de canales pueda influir en la diversidad de visiones, cada vez menos porque en muchos mercados se está produciendo una creciente concentración de canales en pocas manos, esa diversidad llega con dificultades al espectador que se nutre con frecuencia de las mismas fuentes. Por ello resulta más necesaria que nunca una potente oferta pública que garantice la diversidad interna. En la etapa Todo digital y en red, la posibilidad que un ciudadano se nutra sólo de ofertas audiovisuales que coincidan con su punto de vista es mayor que nunca, lo que tiene efectos segregadores que dificultan la cohesión social. Por ello un servicio público potente, con capacidad de atraer audiencias masivas tendría la oportunidad de garantizar la diversidad interna que permitiría al ciudadano entrar en contacto con diversidad de ideas, en lugar estar prisioneros de conductas de consumo sectario.
Obviamente para cumplir con las funciones sociales, políticas, culturales e industriales que ha tenido encomendadas en el pasado la Televisión Pública debe adaptarse al nuevo Universo televisivo convergente, utilizar todas las herramientas que éste pone a su alcance para contactar con la mayor cantidad de público posible, a través de todos los soportes, en cualquier momento y en cualquier lugar.
Pero para que pueda lograrlo se debe garantizar que disponga de los recursos necesarios y proporcionales a la envergadura de sus objetivos, y que no se le establezcan límites artificiosos a su actividad como los alentados por las reclamaciones de los operadores privados que en defensa de sus intereses económicos desearían alejar a las televisiones públicas de todos los géneros que resultan más rentables en términos de captura de audiencias. Apelan para marcar el territorio a una hipotética naturaleza de los géneros televisivos que permitiría identificarlos con la etiqueta de públicos o con la de comerciales, lo que situaría la discusión en el plano de una peculiar teoría de los géneros, que no resiste la prueba de una aplicación empírica.
En su argumentación por legitimar aspiraciones de mayor rentabilidad, los operadores privados introducen un factor de desorientación en la actividad de los reguladores, entre los responsables de las políticas de comunicación e incluso en la colectividad científica. Una muestra de ello es el requerimiento de la Comisión Europea a las televisiones públicas para que aclaren la naturaleza pública de sus actividades.
La indefinición del requerimiento de la Dirección General IV al hablar de “las actividades comerciales” y de “las actividades de servicio público” no resulta clara y abona una operación interesada, que consiste en separar estructuralmente los contenidos “culturales e informativos” de los contenidos “de entretenimiento”. Este planteamiento no tiene en suficiente consideración las actuales condiciones de producción y de programación audiovisual, que más bien tienden a convertir en un artificio esta diferenciación.
La programación es, primordialmente, un sistema y, por lo tanto, sus partes sólo gozan de una autonomía relativa. Aislar alguna de las piezas con voluntad totalizadora supone ignorar aquel carácter sistémico y perder de vista que el propio sistema no adopta una forma rígida y estable. En primer lugar, porque de su funcionamiento se derivan nuevas experiencias que, debidamente pulidas, pasan a incorporarse al conjunto de leyes que lo organizan. En segundo lugar, porque es un sistema ecológico que interpreta el entorno en que se ha establecido y organiza su funcionamiento a partir de las interacciones que efectúa con los otros sistemas con los que convive.
La programación es un objeto extraordinariamente complejo ya que, pese a regirse por un conjunto de leyes conocidas y parcialmente controlables, en su plasmación intervienen factores que reclaman del programador la aplicación de conocimientos intuitivos y no totalmente formalizables. Por eso el programador cuenta con diferentes técnicas y métodos que, debidamente aplicados, le permiten reducir el índice de aleatoriedad característico de las estrategias de programación, pero sin eliminarlo completamente. Necesita, pues, un margen de maniobra dinámico que le permita efectuar las correcciones necesarias para alcanzar los objetivos preestablecidos.
Si se acepta que la televisión pública para cumplir su misión debe conseguir altos índices de penetración en la audiencia, los programadores deben disponer de todas las herramientas que están a su alcance. El ecosistema audiovisual en el que se desarrollan las actividades de televisión pública es cada vez más competitivo y, considerando las demandas de cumplimiento de funciones que le son encargadas, no se pueden añadir más limitaciones a la tarea de los responsables de la oferta que las relativas a la calidad, la responsabilidad social, el desarrollo cultural o la información independiente. Los programadores de la televisión pública tienen que poder contar con todos los géneros disponibles para utilizarlos en sus estrategias de programación.
Todo lo que precede sería suficiente para desacreditar los intentos de discriminar tópicamente en función de su género, las piezas de una programación consideradas de servicio público (géneros informativos, educativos o culturales) de las que no lo serían (géneros de ficción, deporte, concursos o shows). Esta separación acaba considerando el entretenimiento escindido de la cultura. Opción que únicamente puede explicarse atendiendo a los criterios economicistas de quién la plantea. No podemos eliminar el entretenimiento del repertorio de la producción cultural y menos aún del consumo cultural.
No es posible aplicar una distinción entre programas de servicio público y otros que no lo son en cuanto se integran en una estructura de programación y han sido ideados o adquiridos para cumplir con unos objetivos marcados en un contrato programa. No es adecuado, pues, tratar de diferenciar entre programas de servicio público y programas comerciales ya que, por definición, una vez establecida con claridad la misión de la televisión pública todas sus emisiones responderán a la consecución de los objetivos marcados, es decir al criterio de servicio público.
Todo lo anterior no supone la inexistencia de elementos cualificantes de la televisión pública. No. Pero las diferencias recaen en aspectos cualitativos que se manifiestan en los contenidos, los tratamientos y las funciones.
CONTINUA
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